Descubriendo los senderos de Cuesta Blanca

Además de su río y sus playitas, la localidad de Punilla tiene otras alternativas para los caminantes que quieren conocer nuevos lugares. Un paseo por el sendero Bosquecito Serrano y el cerro de La Cruz

Sobran los motivos para visitar Cuesta Blanca. No solo por sus playas, su río cristalino, su dique y el encanto de la popularmente conocida “Playa de los hippies”, sino que también hay un apuesta de su comunidad por revalorizar el monte autóctono y brindar espacios para que los visitantes puedan explorar, aprender y cuidar el entorno serrano. Una muestra de este trabajo es el sendero Bosquecito Serrano. 
Sin dudas, otro de los factores importantes a la hora de decidirse a visitar Cuesta Blanca es su cercanía con la ciudad de Córdoba ya que, en aproximadamente una hora en auto, se puede llegar hasta la localidad. Se accede por la Ruta Provincial N° 14, camino a las Altas Cumbres, y se encuentra a solo 14 kilómetros de Villa Carlos Paz y a 50 kilómetros de Córdoba Capital. En colectivo, el trayecto se hace en poco más de dos horas y hay servicios permanentemente.
Surcando el bosque nativo
El sendero del Bosquecito Serrano es una interesante opción para los que disfrutan de las caminatas en las sierras y la posibilidad de admirar de cerca la riqueza de la flora y la fauna autóctonas. 
Antes de ingresar al puente de la localidad, se debe tomar la calle Rubén Darío, que sale hacia la izquierda. Luego, continuar en dirección a Ana María Giacossa y prestar atención porque en la placita San Francisco de Asís hay un pequeño cartel que señala la dirección donde se encuentra el sendero y, más adelante, hay otros letreros que guían perfectamente hasta el inicio del recorrido.
Según las indicaciones, es un trayecto de 2100 metros, de dificultad media, que se puede realizar en unos 90 minutos si se cuenta el ascenso hasta el cerro donde hay enclavada una cruz enorme.  Con un mantenimiento y señalización en perfectas condiciones, el camino invita a ir subiendo paulatinamente por las sierras. Hay carteles que van indicando las especies de árboles que se pueden ir viendo, aunque algunos ya no están en su sitio, como el tala y el siempreverde (que aunque es exótico está señalado) de los que no se ven ejemplares junto al letrero. 
La siesta serrana va mostrando sus encantos y permanentemente se pueden escuchar ruidos y se ven movimientos entre los pastizales. Me siento obligada a detener la marcha y alertar todos los sentidos para tener la posibilidad de descubrir eso que se mueve. Infructuosamente, lo intento una y otra vez, y solo me quedo con mis elucubraciones. Solo el cielo me deja ver las aves que lo surcan: una pareja de águilas moras se posan en un enorme árbol y observan todo a su alrededor, también caranchos, halconcitos y jotes sobrevuelan muy cerca. 
En la cumbre del cerro
Promediando el trayecto, hay un letrero que invita a subir hasta la cruz que se encuentra en la cima del cerro. 
El ascenso se vuelve más pronunciado, pero vale la pena porque la vista panorámica se amplía aún más. A medida que subo puedo ver la ciudad de Carlos Paz y el lago San Roque con el cordón montañoso de fondo. 
En apenas unos 15 minutos llego hasta la cruz desde donde no solo se observan los pueblos cercanos a Cuesta Blanca, sino que se ve el nuevo puente que lleva al valle de Traslasierra –inaugurado hace unos pocos días– y hasta se puede apreciar la estación del Observatorio Astronómico Bosque Alegre. Una perspectiva sorprendente de la inmensidad de esta zona de Punilla.
Volviendo al sendero
Retomando el camino del Bosquecito Serrano me llama la atención uno de los carteles que señala: “Solo en los cerros abundan las especies nativas ya que más del 90% de lo que se plantaron en el pueblo son especies exóticas”. Y es algo que se puede comprobar fácilmente ya que en las partes bajas del sendero –en el ingreso y la salida– se puede ver la abundancia de acacias negras y olmos, dos de las especies más invasoras del entorno serrano. 
En el sendero, los letreros indican que el monte nativo se compone por variedades como moradillo, chañar, espinillo, piquillín, molle y palo amarillo. También, es llamativo ver muchos árboles de gran tamaño completamente secos, quizás afectados por algún incendio. 
A medida que me voy acercando al final del recorrido, el canto de los pájaros y los sonidos entre la vegetación se empiezan a cubrir con los ruidos de autos, motos y cortadoras de césped. Salgo del sendero con la certeza de que espacios como este son fundamentales para comprender la importancia de preservar el monte autóctono y los ecosistemas que en él se desarrollan.